Los docentes venezolanos, luego de cruzar descalzos el árido desierto de las incertidumbres y sufrir toda clase de calamidades inducidas, incluyendo un proceso hiperinflacionario, y para colmo, una pandemia de efectos devastadores, disfrutaron en estos días, y solo por un día, «del discreto encanto de la burguesía».

El gobierno, presionado por algunas «candelitas» que no pudo apagar a tiempo, anunció el pago completo del bono vacacional que les había birlado de la manera más abusiva que se pueda imaginar… ¡al estilo Jalisco!

Los educadores, por primera vez en mucho tiempo se fueron de shopping. Dignos, regios y alegres, como el jiibarito de la canción que «piensa remediar la situación / del hogar que es toda su ilusión».

De inmediato salieron los aguafiestas a criticar porque los docentes estaban haciendo colas para comprarse teléfonos y hasta exquisiteces de última generación como ventiladores y planchas para el cabello, como si eso fuese problema de ellos.

¿Acaso no es justo y hasta terapéutico que los docentes, después de pasar tanta roncha durante 9 años, y haberle ganado, por lo menos una al Estado, gracias a sus protestas, no se den un gustico como ese? ¿Qué problema hay en que las maestras salgan a comprarse unas pantaletas levanta glúteos porque las que tienen ya no aguantan más, y de paso le regalen un boxer al pobre marido ese que lo que da es vergüenza, con los calzoncillos llenos de huecos? ¿O que se compren dos shawarmas, o un pollo Arturo’s, o cualquier otro lujo «capitalista» de este tipo?

Los educadores merecen, como Cenicienta, su momento de felicidad. ¿Será que nadie se acuerda del calvario que hemos sufrido: de las colas para comprar margarina y gasolina. De las indignas perreras. De la masa y de la yuca. De los zapatos reparados con cauchos viejos. De la harina del Clap que no le gusta ni a los gorgojos. Del tormento del gas. Del espagueti brasileño que tiñe el agua color merecure. De la horrible «leche» mexicana que ha hecho rico a más de uno. Del gran apagón y los mechurrios. De la cocina eléctrica desechable. De la escasez de desodorante, medicinas y papel tualé?

¿Por qué criticar a una profesora que se dio el lujo de comprarse un baño de crema «Every Night» con fórmula bio restauradora y esencia de cacao y frutos rojos, para arrancarse el olor a sardina que le quedó tatuado hasta en las mitocondrias?… no sé si esa marca sea la mejor, pero suena bien bonito.

¿Por qué criticar a un maestro que se compró dos chemises, cansado de andar por allí, como el propio Pirulino, flaco, con su única camisa y el único pantalón?

Lo peor vino después, cuando el dólar saltó de 5 a 9 bolívares y los sesudos «economistas» tapa amarilla y sempiternos habladores de paja, atribuyeron la culpa a los docentes, quienes ni se enteraron, ocupados como estaban en jugar Candy Crush con sus teléfonos nuevos, porque sí, porque se lo merecen, porque esa plata es de ellos y porque sin la ayuda de ningún sindicalista lamepisos, lograron rescatar un dinero que estaba casi perdido.

Y algunos camaradas desubicados que aún se creen el cuento de que «ser rico es malo», al ver en la calle a un grupo de maestras que caminaban felices y relajadas con sus bolsas del Tijerazo y el Palacio del Blumer, como si anduvieran en la Quinta Avenida de Nueva York, comenzaron a gritarles «allí van, esas son, las que arruinan la nación».

Mientras en la tienda del frente, otros docentes, «leales siempre, traidores nunca», que no protestaron, pero que igual cobraron su bono, guardaban silencio criminal, viendo a las «maestras burguesas» con sandalias nuevas y su pelo recién planchado, huír calle abajo, dejando en el aire una estela de agradable aroma a Every Night, que como ya les dije, contiene esencia de cacao y frutos rojos, por cierto, cada vez menos rojos.

Lo dijo Tholomeo «si ser rico es malo, ser pobre debe ser peor».

Escrito por: Jesús Antuárez – sociólogo/periodista.

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**Las opiniones expresadas en la presente publicación es responsabilidad del autor(a)**

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